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La memoria histórica sobre el genocidio armenio

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  • La memoria histórica sobre el genocidio armenio

    El Diario Exterior , Espana
    Martes, 03 de enero de 2012

    La memoria histórica sobre el genocidio armenio


    Un proyecto de ley francés para tipificar como delito la negación del
    "genocidio" armenio por los turcos, está dando lugar a críticas por
    parte de historiadores que ven comprometida su libertad de
    investigación.

    El actual debate legislativo francés sobre el genocidio de Armenia
    entre 1915 y 1917 está dando lugar a vivas reacciones. Parecía lógico
    que la decisión de tipificar como delito la negación del genocidio
    chocase con la postura de Turquía, siempre a las puertas de Europa.
    Pero más importantes son las críticas que cuestionan ese tipo de
    normas, por ir contra las exigencias del rigor científico o crear
    nuevos delitos de opinión. Algo semejante a la defensa de la libertad
    de opinión frente a las presiones de grupos minoritarios (como sucede
    estos días en España a propósito de un libro sobre la homosexualidad
    de hace varios años; o de la exigencia de usar sólo el término
    `violencia de género' para combatir las agresiones que sufren sobre
    todo las mujeres).

    En esta última línea se inscribe el artículo publicado en Le Monde
    (28-12-2011), por el conocido historiador francés Pierre Nora,
    presidente de una asociación que pugna en concreto desde 2005 por la
    `Libertad para la historia'. Se opone radicalmente a la generalización
    de las llamadas `leyes memoriales', que establecen supuestas verdades
    históricas por mayoría de votos.

    La ley aprobada por la Asamblea Nacional el 22 de diciembre (pendiente
    ahora del Senado) ofrece dos aspectos diferentes: la cuestión armenia
    en sí, y el problema global de la politización de la historia.

    La idea de genocidio ha evolucionado hacia una connotación amplia, con
    fronteras borrosas

    No todos los crímenes masivos son un genocidio

    Sobre el primero, a juicio de Nora, no se sostiene el paralelo entre
    el genocidio armenio y la Shoah; la norma actual no se puede alinear
    con la ley Gayssot, que penalizó en 1990 la negación del genocidio
    judío. Para la Shoah existe una responsabilidad institucional
    protagonizada por la Francia de Vichy. En cambio, respecto de Armenia,
    Francia no aparece para nada. Y si lo que se pretende es presionar a
    Turquía, ` la decisión francesa sólo puede exacerbar el nacionalismo
    turco y bloquear cualquier forma de avance hacia el reconocimiento del
    pasado'. Turquía propuso en 2005 la creación de una comisión paritaria
    de historiadores y la apertura de los archivos; los armenios se
    negaron en nombre de sus certezas sobre el genocidio. `El gobierno
    francés debería haber presionado para que una comisión internacional
    se instalara en Ankara, y Turquía se comprometiera a seguir sus
    conclusiones'.

    Pierre Nora afirma que `la palabra genocidio tiene un aura mágica,
    pero es preciso recordar que todos los historiadores serios son
    reacios a usarla; prefieren, según los casos, `aniquilación',
    `exterminio', `asesinatos masivos'. Al término, elaborado durante la
    guerra, se le dio una definición jurídica en 1948, basada en una
    intención exterminadora. Luego ha evolucionado hacia una connotación
    amplia, con fronteras borrosas, y su utilización no tiene ya más que
    un contenido emocional, político o ideológico. Si los armenios quieren
    usarlo, ¿por qué no? Puede estar justificado. Pero este genocidio
    había sido ya reconocido por la República Francesa desde 2001'. Por
    eso, aprobar una nueva ley en 2011 más bien se fundamenta en el deseo
    político de cerrar la puerta a la solicitud de ingreso de Turquía en
    la UE. Según el editorial de Le Monde (22-12-2011), la ley sólo se
    explica por razones electorales.

    Este tipo de leyes son criticadas por ir contra las exigencias del
    rigor científico o crear nuevos delitos de opinión

    Por otra parte, la noción de crimen contra la humanidad, asociada en
    la ley al genocidio, nació en 1945, en Nuremberg. Su
    imprescriptibilidad significaba que ninguno de los autores estaría al
    abrigo de responsabilidades penales hasta su muerte. Pero esto no
    puede aplicarse hoy a Armenia: ninguno de los autores vive, pues los
    crímenes sucedieron hace más de un siglo; el riesgo es trasladar la
    responsabilidad a los historiadores, que no podrán trabajar sobre un
    tema tabú. En cierta medida, la muerte de los protagonistas deja sin
    contenido a los procesos penales, como los suscitados contra
    personajes franquistas por Baltasar Garzón en España, o por la juez
    Servini de Cubría en Argentina, de la que habla estos días la prensa:
    el contenido de su exhorto parece más propio de una investigación
    histórica que de una instrucción judicial.

    Contra la judicialización de la historia

    Pero la cuestión armenia no es lo más grave, a juicio de Nora. La ley
    actual pretendería transponer a la legislación francesa la resolución
    europea, de 28 de noviembre de 2008, sobre "la lucha contra
    determinadas formas y manifestaciones de racismo y xenofobia mediante
    el Derecho penal". Ante la decisión de Bruselas, Francia optó por
    reconocer sólo como crímenes de lesa humanidad, genocidio o crímenes
    de guerra, los declarados por un tribunal internacional. Significaría
    la penalización de los culpables de genocidios como los de Ruanda o
    Kosovo, pero nunca de los historiadores que trabajan sobre el pasado.
    En cambio, la nueva ley se aplicaría a todos los delitos reconocidos
    por el ordenamiento jurídico francés.

    De este modo, se abre una vía para cuestionar toda investigación
    histórica y científica desde las reivindicaciones memoriales de grupos
    concretos, pues están legitimadas por el nuevo texto para ser parte en
    el proceso. Podría aplicarse a sucesos antiguos, como la guerra de la
    Vendée; o las hambrunas de Ucrania provocadas por el poder estalinista
    en 1932-1933; o los crímenes comunistas en Europa Oriental; o el
    exterminio de los gitanos por los nazis, o incluso la masacre de la
    Guardia Suiza en las Tullerías en 1792. Se podría acabar
    criminalizando a historiadores que trabajan sobre Argelia, sobre la
    noche de San Bartolomé, o sobre la cruzada contra los albigenses.

    Nora invita a reflexionar sobre el grado de anacronismo al que se
    puede llegar proyectando sobre el pasado conceptos nacidos en la era
    contemporánea, con los consiguientes juicios morales maniqueos. Sobre
    todo, cuando la ley no penaliza sólo la "negación" del genocidio, sino
    que introduce un nuevo delito: su "minimización", todo un reto de
    precisión para juristas.

    En nombre de la defensa de los derechos humanos se puede llegar a la
    `sovietización de la historia'. Muy al contrario, `es preciso proteger
    la historia, en cuanto instrumento de unión, frente a la memoria que
    divide'. Por eso, la asociación `Libertad para la historia' lanzó un
    manifiesto en octubre de 2008, que firmó en un par de semanas más de
    un millar de historiadores europeos: "La historia -proclamaba- no debe
    ser esclava de la actualidad ni escribirse al dictado de memorias
    concurrentes. En un Estado libre, no pertenece a ninguna autoridad
    política definir la verdad histórica ni restringir la libertad del
    historiador bajo la amenaza de sanciones penales (...). En una
    democracia, la libertad para la historia es la libertad de todos".

    El legislador ante la historia

    Lógicamente, para algunos, como Ara Toranian, director de Nouvelles
    d´Arménie magazine, la ley francesa se inscribe en la lucha contra el
    negacionismo del Estado turco. No la valora en términos académicos,
    sino de violencia política. Y, en este campo, `la ley está en perfecta
    conformidad con su vocación esencial: garantizar la paz civil,
    prevenir desórdenes públicos, proteger a los más débiles'. A su
    entender -y el punto de vista es inquietante-, `cuando se permite que
    la historia se escriba al dictado del verdugo y sólo se deja a las
    víctimas la memoria para llorar, no se hace más que legitimar y
    relanzar la máquina de matar' (Le Monde, 28-12-2011).

    Pero, como dice Le Monde en su editorial, `las leyes memoriales no
    sirven para nada', a pesar de la tendencia francesa (también europea y
    española) a juridificar la historia: `Los historiadores -afirma- no
    reivindican el monopolio de la verdad. Interpretan los hechos. Pero
    compartimos con agrado su versión de la tragedia armenia. En cambio,
    no corresponde al legislador -sostenido en este caso por el Elíseo-
    proclamar la historia. En esta materia, no parece que exista una línea
    oficial exigible a todos, ni que permita imponer sanciones penales'.

    http://www.eldiarioexterior.com/la-memoria-historica-sobre-el-40239.htm

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